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Entre Orban y Abascal, Sánchez se monta la guerra de Gila

El presidente excluye a Vox de su ronda mientras en Bruselas tiene que pactar todo con el infiltrado de Putin en la UE

Pedro Sánchez junto a Viktor Orban, en Bruselas.
Pedro Sánchez junto a Viktor Orban, en Bruselas.Efe
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Tan preocupados se muestran en esta era trumpiana los mandamases de la Unión Europea por protegerla de atacantes exteriores -amenazas y motivos no faltan, léase Putin- que nos la trae al pairo que los caballos de Troya la estén dinamitando desde dentro.

Hace ya un puñado de años que mal se entiende, por señalar al mamporrero más activo y desafiante, que la Hungría de Orban siga dentro del club de los Veintisiete. De hecho, la razón probablemente única y a la vez increíble es que quienes diseñaron la arquitectura jurídicoinstitucional del continente comunitario fueron tan ingenuos y buenistas que no contemplaron ningún mecanismo con fuerza legal para proceder a la expulsión del estado miembro que optara por el boicot sistemático y por pasarse el acervo en el que se sustenta la UE por el arco de triunfo.

Sabemos, sí, que el Artículo 7 del Tratado por el que nos regimos permite sancionar a los Ejecutivos que no cumplen con los valores fundamentales; también que en los últimos años se han puesto en marcha ni se sabe cuántos procedimientos de congelación de fondos comunitarios; que en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea debe de tener ya más atasco que el Constitucional español de Pumpido por tantas causas abiertas contra los Orban de turno; bla, bla, bla... Paparruchas. El mandatario magiar se descojona, y con razón, de lo sencillo que resulta derribar las almenas de la muralla europea. Y ahí sigue dando pasos agigantados para desmentir el frontispicio que proclama que la UE es un cobijo de irrenunciable defensa de la democracia, las libertades individuales y los derechos humanos.

Crecido como está desde la llegada de su amigo Trump al Despacho Oval -aunque el historial de tropelías perpetradas es bien anterior al advenimiento del republicano-, la última del salado Orban es el anuncio de un cambio en la Constitución húngara para, entre otras cosas, dar la estocada final a la ya más que asaeteada comunidad LGTB. Sin disimulos. Siendo uno de los socios de la Unión. Y sin posibilidad de que el resto le abra la escotilla ni pueda ponerle todas las facilidades que se nos ocurran para que se ajunte mejor con sus camaradas de Rusia y Bielorrusia, e incluso, por qué no, con el régimen norcoreano de Kim Jong-un.

Son estos tiempos lúgubres, en los que quienes están al frente de las naves debieran verse obligados antes que nada a un esfuerzo de pedagogía para que el personal entienda qué enemigos nos acechan. Porque a los ciudadanos de a pie se nos pone cara de tontos cuando sentimos que nos tratan como si esto fuera la guerra de Gila. Sánchez el primero. Que nuestro presidente se ponga todo digno y excluya a Vox de su ronda de cafés con leche para hablar del rearme europeo arguyendo que todos sabemos que los de Abascal están en la órbita rusa respecto a la invasión de Ucrania cuando en Bruselas se sienta a discutir cualquier cosa seria sobre Defensa con Viktor Orban, el infiltrado sin disimulo de Putin en la Unión, sería para partirse de risa si no nos estuviéramos jugando lo más parecido al mismo pellejo.