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Bruselas deja de hablar de “rearme” europeo ante las suspicacias de España e Italia

La Comisión Europea asume las “sensibilidades” políticas del término e incorpora un elemento más amplio como la seguridad

Pedro Sanchez

En su comparecencia ante la prensa tras una cumbre centrada en Ucrania y el incremento del gasto en defensa en Europa, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, no pronunció ni una sola vez la palabra “rearme” que tanto ha usado desde que lanzó el programa para remilitarizar la Unión. No fue casualidad. La jefa del Ejecutivo comunitario se había pasado buena parte de la reunión de los Veintisiete del jueves escuchando lo poco que les gustaba ese término a dos jefes de Gobierno tan dispares como el socialista español, Pedro Sánchez, y la ultraderechista italiana, Giorgia Meloni. España e Italia, dos países del sur, alejados de Rusia y del frente de batalla de la guerra en Ucrania, y en los que hay muchas y distintas sensibilidades antimilitaristas, llevan semanas reclamando que se amplíe el foco para hablar más bien de “seguridad” y también para ensanchar las reglas de gasto en esos capítulos. Sus reticencias radiografían la fractura entre los europeos del norte y del este con los del sur, los frugales habituales con los menos estrictos en los nuevos planes para la industria de la defensa europea.

En un momento en que la prioridad es acelerar la inversión en defensa y lograr el respaldo político y ciudadano para un giro radical de la UE, Bruselas está dispuesta a todo. Y abandonar un nombre no es el mayor de los sacrificios.

“Somos conscientes del hecho de que ese término puede provocar sensibilidades en algunos Estados miembros”, ha dicho una portavoz comunitaria este viernes. “Si esto hace más difícil transmitir el mensaje a todos los ciudadanos europeos sobre la necesidad de adoptar estas medidas, entonces estamos dispuestos no solo a escuchar, sino a reflejarlo en la manera en que comunicamos sobre esta cuestión”, añadió. La portavoz confirmaba así una decisión de facto de abandonar discretamente un nombre, “Rearm” (rearme), que hasta ahora había estado en boca de todos los responsables en Bruselas. Ahora prefieren hablar de “estar preparados”, con la meta específica de 2030.

Tanto Meloni como Sánchez insistieron en varias ocasiones durante la cumbre del jueves en su descontento con un término de connotaciones tan militaristas. Pese al abismo político entre el socialista español y la ultra italiana, ambos comparten un problema: el plan de rearme europeo está provocando tensiones en los miembros de sus respectivas coaliciones de gobierno. Y tampoco acaba de resonar en una ciudadanía que no siente el aliento de la amenaza rusa tan cerca como lo hacen los países bálticos o del este de Europa.

España e Italia reconocen que la emergencia es la guerra de Rusia contra Ucrania y la amenaza del Kremlin. Pero en Madrid o Roma suena lejano e imposible el riesgo de una agresión armada del Kremlin —que sí temen los bálticos y Polonia, vecinos de Rusia— y reclaman que se contemplen también otros elementos (que no son exclusivos de Moscú) como los ciberataques, la guerra híbrida. Y la inestabilidad y la amenaza que llega desde el flanco sur de la Unión, desde zonas como el Sahel, donde, además, el Kremlin también ha activado sus herramientas de injerencia. Con ese enfoque amplio (de 360 grados, como insiste España en un ángulo que empieza a calar también en Bruselas), Sánchez y Meloni han reclamado a la Comisión que permita contabilizar dentro de los presupuestos de defensa elementos como los cuerpos policiales militares, los programas contra el terrorismo o la ciberseguridad, la protección de fronteras o la amenaza de la crisis climática.

La Comisión Europea, no obstante, teme ensanchar demasiado la definición. Además, Roma y Madrid reclaman que se realicen transferencias a fondo perdido (a través de eurobonos como los que se emitieron en la pandemia de covid) en lugar de los anunciados préstamos de deuda común garantizados con el presupuesto comunitario. Otros, como Países Bajos, se niegan. El cómo financiar el rearme ha abierto una fractura entre los Gobiernos europeos y ya hay una fisura entre las ciudadanías sobre el enfoque de una Europa cada vez más militarizada. Italia y España tienen industria militar (con dos empresas potentes, como Leonardo e Indra), pero también realidades históricas y sensibilidades complejas hacia lo militar.

“La Unión Europea no tiene competencia exclusiva en materia de defensa, por lo que el asunto compete a los Estados nacionales”, remarcó Meloni el jueves en Bruselas, donde pidió a Von der Leyen ser “cautelosa”. Mientras, Sánchez fue muy claro: “No me gusta la palabra rearme”.

Fuentes comunitarias reconocen que no se esperaban que el término rearme fuera a provocar tantos problemas. A la Comisión le encanta bautizar sus programas o planes con nombres o acrónimos que hagan referencia a la temática que cubren, como pasa con el plan de préstamos para compras militares conjuntas por 150.000 millones de euros, denominado SAFE (seguro), que son las siglas en inglés de Acción de Seguridad para Europa. Durante la pandemia, uno de los planes europeos más celebrados fue el que permitió financiar planes de trabajo a jornada reducida que proporcionaran ingresos a los trabajadores despedidos temporalmente mientras esperaban su reincorporación al trabajo. Su nombre: SURE (seguro), por las siglas en inglés del Instrumento Europeo de Apoyo Temporal para Atenuar los Riesgos de Desempleo en una Emergencia.

Ya durante la cumbre del jueves se hizo el primer guiño a estos países, al incluir en el título del capítulo de las conclusiones de la cita dedicado a defensa el agregado “y seguridad”. Luego, Von der Leyen sufrió para evitar decir “rearme”. En Bruselas se comienza a asimilar así la necesidad de países como España o Italia de subrayar esa visión más amplia, remarcan varias fuentes comunitarias. Además, el Ejecutivo comunitario presentará la próxima semana una estrategia de preparación ante las emergencias que busca también subir a bordo a los países más reacios a hablar solo de rearme.

Pero más allá de la lexicología, lo que es necesario, subrayan de forma coincidente diversas fuentes, es hacer “pedagogía”, tanto desde Bruselas como desde las capitales, para explicar bien a la ciudadanía (y a los partidos políticos más reticentes) por qué se requiere un sistema de defensa colectiva. Y, sobre todo, por qué ese sistema que ahora parece centrarse solo en una amenaza concreta puede servir, en el futuro, para otro desafío que afecte más a otros países europeos. Porque, señalan las fuentes, nadie sabe desde dónde vendrá en el futuro la próxima amenaza. Solo hay certeza de que, en un mundo cada vez más turbulento, vendrán más desafíos y que Europa tiene que estar lista para afrontarlos. Vengan desde donde vengan.

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